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Jorge Andrés Gómez Valdez: "Nada de lo que escribo sería posible sin mediar lo que vivo y lo que siento"

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Hace ya unos tres años desde que Jorge Andrés Gómez Valdez (36 años; Quito, Ecuador) se estrenase como escritor publicado con el cancionero 'Tierra en medio'. Su obra recibió el IV Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero, tras ser seleccionada entre la friolera de 71 proyectos. En la actualidad es docente universitario, community manager y diseñador de contenidos para aulas virtuales.

Le conocí cuando cursábamos un máster de Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid, al igual que a los autores Montserrat Martorell Gabriel Sánchez García-Pardo. Le recuerdo con cariño: él me ayudó a desarrollar, en gran medida, el gusto por la poesía. Entrevistarle fue sin duda un honor. Sin embargo, por vicisitudes del destino, nunca pude llegar a publicar aquella entrevista y por eso me emociona que, al fin, aunque sea en plena pandemia mundial del coronavirus, haya llegado el momento.



Con ‘Tierra en medio’ te estrenas como escritor. ¿Cómo te sientes al respecto?

Muy feliz. Pero la verdad es que estaba un poco receloso... Aún después de haberlo enviado hice unas cuantas correcciones más y no me sentía lo bastante seguro, incluso pensaba en reescribirlo (risas). Siempre me ha costado mucho eso de sentirme conforme o seguro de las cosas que escribo. Pero en esta ocasión he publicado y eso implica que ya no tendré que preocuparme más. Aunque suene exagerado, para mí es un alivio.


Desde que te conozco, siempre me he preguntado de dónde viene esa fascinación tuya por los versos y las cadencias.

Mi madre era profesora de literatura y mi padre un comprador de libros empedernido. En casa siempre hubo buen material de lectura, pero la verdad es que no teníamos mucha poesía, a excepción de los 20 poemas de Neruda y unas cuantas cosas de Rubén Darío.

Cuando tenía trece o catorce años, mi abuela materna me mostró los textos que mi madre escribió antes de casarse. Tenía la manía, nunca sabré si buena o mala, de guardarlo todo. Mamá escribía poesía, y mucha. Lo hacía de una forma bastante apasionada y abordaba cada aspecto de su vida. Las cuartillas amarillentas, redactadas a máquina de escribir, me revelaron cosas que no sabía de ella, una mujer a la que quizás nunca conocí realmente y con una sensibilidad pasmosa. Gracias a ese descubrimiento, comencé a interesarme por aquel género desconocido.

La portada de 'Tierra en medio', de @lino_ilustration
Así comenzaron mis primeros intentos, a mano y ejecutados en cuadernos de aquellos que se usan para aprender a escribir. Poco después, por casualidad, leyendo una enciclopedia de literatura, di con el término surrealismo. Para mí la segunda llave en la existencia, a lo que creo que es la poesía, fueron los textos de André Breton. A partir de ese momento, ya no pude abandonarla.


¿Qué significa Al Rabbih, el pseudónimo que escogiste para participar en el concurso?

Ibn Abd Rabbihi o al-Rabbihi era un poeta hispanoárabe, originario de Córdoba, quien elaboró una enciclopedia didáctica de poesía llamada ‘El collar único’. Había leído algunos poemas suyos y recordaba su nombre porque me encantaba el título de su libro (libro que, por cierto, jamás he visto). Me sonó bien y me lo puse de seudónimo. Fue por puro gusto.


‘Tierra en medio’ parece un manifiesto de tu yo interior, una especie de autorretrato tan íntimo como liberador.

Muchos de los textos del libro fueron escritos en España, concretamente en Madrid, cuando me encontraba estudiando allí y era tu compañero de clase (risas).

Tienes mucha razón respecto a eso de que habla bastante de mí, creo que lo que trato de expresar es cómo intenté catalizar las impresiones de vivir en un país extranjero, la soledad y la incertidumbre que ello implica, las relaciones que se produjeron con mi entorno y las personas y lugares que conocí. Y para serte sincero, esto, es decir, las relaciones humanas, es algo que me cuesta entender. Las considero una inextricable mezcla de energía y desolación, que desde niño me ha resultado ajena y atemorizante. Es por ello que en el libro también existe una gran añoranza por el silencio, una especie de deseo de saber quién era yo desde una exploración interna y, sobre todo, a través de la simbolización de la realidad que enfrentaba en ese momento.


En tu producción poética hay varios temas recurrentes, entre ellos el autoconocimiento, del que ya hemos hablado. También el amor y la sexualidad o la concepción de la existencia como un viaje que posiblemente no acaba con la muerte. 

Como te mencioné, el autonocimiento siempre será mi combustible. Aún a día de hoy, a mis treinta y tantos años, me hallo perdido y me despierto cada día sin saber qué carajos pasa.

Una de las sensaciones que más me persigue, desde que puedo recordar, es que la realidad, la que percibo con mis sentidos de forma cotidiana, no existe; que todo es un engaño, que incluso los instantes más vívidos han sido prefabricados.

Muchas veces, después de haber tenido alguna experiencia traumática (la muerte de mis seres queridos, un accidente, o largos periodos de depresión y aislamiento), al final sentía que ninguna de esas cosas me sucedieron verdaderamente. Eso me ha llevado a considerar cada instante, imagen o texto como una especie de rastro, una huella de algo que nunca habrá de volver. Como algo que si no sostengo, disecciono y abrazo jamás volveré a reconocer.

Hace un par de años me interesé en la mecánica cuántica, en el tema de las partículas, la termodinámica y, sobre todo, en el entrelazamiento; donde se habla de que los objetos comparten un estado único que abarca a todos los objetos de un sistema, una especie de relación única e inalienable que los cubre a todos, aun cuando estén separados espacial o temporalmente. Es como si todo estuviese unido por una red de hilos que sostiene toda la existencia, casi como la Red de Indra que describen los budistas. Si hablas de sentirse como un niño, pienso que todos deberíamos sentirnos así, ante tanta magia que apenas podemos contemplar.


Dedicas ‘Tierra en Medio’ a tu madre y a su alma partida. Hablas de un cordón umbilical podrido y tienes una canción de cuna llamada "Mi niño ciego". Debe de ser duro empuñar la pluma.

Gracias a ella heredé mi gusto por la literatura. Y, como te he dicho antes, si todas las cosas están sostenidas por hilos infinitos que lo mantienen todo, lo que quería decir con la palabra partida, -en su doble acepción- era que mi madre, al dejar este mundo, este que escasamente conocemos, no se llevó todas las relaciones, hechos, gente, objetos o sensaciones que ella había creado. Se quedaron aquí y continuaron su andadura con fragmentos repartidos de su espíritu.

Por otro lado, el partir es también "ponerse en camino", es empezar a moverse y viajar. Estoy seguro de que ella también se encuentra a millones de años luz, pero lo que haga ahora tampoco dejará de influir en mí y en todos los que la conocieron y amaron.


Antes hemos hablado de que cada una de las piezas de este poemario parecen estar en simbiosis contigo. Eso me lleva a querer conocer qué opinas de la relación de un poeta con su obra. ¿Crees que debe ser distante y pragmática o, por el contrario, pasional y simbiótica?

Me encanta que uses la palabra simbiosis, pues engloba todo aquello que pienso del autor y su obra. En biología, y casi en coincidencia con lo que hemos discutido, se habla de la simbiosis como una relación estrecha y duradera entre dos cuerpos u organismos que comparten una vida en común.

Sea como fuere (publicada o no, perdida, pensada o incompleta) cada texto, verso e imagen que un escritor usa, extrae o destruye se vuelve parte de él, una parte importante e inclusive en el hecho de decidir jamás compartirla, se traduce un camino, una exploración un pálpito que ha venido a conformarlo como un creador. También considero que es muy poco probable que un poeta pueda ser distante de su obra.

La contraportada. También de @lino_ilustration
¿T. S. Eliot o Rainer Maria Rilke?

¿No podrían ser ambos? (risas) Me lo pones difícil, pero en este momento, y quizás cambie opinión muy pronto, me inclinaría por Rilke y las 'Elegías de Duino'. Nunca terminarán de fascinarme.


Hablando de grandes poetas. Me gustaría preguntarte de dónde bebe tu escritura, y no me refiero tan solo a aquellos a los que la sociedad considera poetas. Te pido que me abras tu corazón y me cuentes quiénes han sido todas esas figuras que te han marcado tanto, que te han convertido en el Jorge Andrés Gómez Valdez que hoy eres.

Bueno, para ser justo, nada de lo que escribo sería posible sin mediar lo que vivo y lo que siento. Y todo eso se lo debo a las personas que toleran mi presencia (risas). Está mi madre espiritual Luz, que fue quien me crio y me enseñó a leer. Su dulzura y humildad son sobrehumanas. Están mis hermanos Wilson, Santiago, Juan Diego, Luis, Daniel, cada uno con una sensibilidad sagrada. Mis amigos, todos ellos que hacen que la existencia sea verdaderamente llevadera. En fin, agradezco mucho lo que ahora tengo.


La obra que nos ocupa es un cancionero y no un recopilatorio poético al uso… Eso dice mucho de ti, pero quiero saber más, empezando por a qué sonaría el instrumental de fondo.

Pondría un soundtrack que iría desde Bach, hasta cumbia colombiana, pasando por los Byrds (risas). La música para mí es importantísima, es el origen mismo de la poesía y está presente en el universo desde siempre. Colecciono discos y mis amigos me critican por estar siempre con los auriculares puestos. A veces, cuando estoy en una reunión, una fiesta o un evento y siento angustia, me voy al baño para escuchar un par de canciones. Me hace mucho bien, como una dosis para los adictos.

Cuando escribía el libro descubrí que todos los poemas tenían una canción y esa canción me llevaba al origen mismo de la sensación que los produjo. Traté de hacer justicia a todas aquellas canciones que también escribieron mis poemas.


Sé de muy buena tinta que, además de la poesía, también te apasionan el campo, los animales, la fotografía y el grabado. Que a tu manera, eres un pequeño ermitaño que busca la paz interior en un mundo de locos. ¿De dónde surgen esas pasiones?

No lo sé (risas), mi madre también dibujaba y bailaba mucho, mucho más si se encontraba angustiada. Supongo que no quería preocupar a nadie y prefería sublimar lo que sentía haciendo aquello que le gustaba.

Por otra parte, cuando era bastante pequeño, y tenía cuatro o cinco años años, viajé al campo con mi Luz, mi nana. Recuerdo que solamente fue una semana, pero nunca en mi vida he vuelto a estar tan feliz ni despreocupado. Ese recuerdo persiste en mí, es indeleble y parecería que siempre ansío volver a sentir lo mismo. Cada movimiento, gesto o trazo se ha tornado en una búsqueda, muy bella por cierto.


Poco queda que decir, pero la última pregunta es obligada. ¿Por dónde pasa el futuro?


No tengo ni la menor idea.


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