Esta es mi primera reseña de cómic y espero que sea la primera de muchas. He decidido escribirla porque 'Sin City: The Hard Goodbye' ('Sin City: El duro adiós', 1993), de Frank Miller, me ha parecido una novela gráfica sublime. Lo cierto es que no soy la única de esta opinión, pues se llevó el Premio Harvey a la Mejor Serie en 1996, y los Premios Eisner a la Mejor Novela Gráfica, Mejor Autor y Mejor Publicación en Blanco y Negro en 1993.
Para comenzar a escribir y hablar sobre esta joya con propiedad, tengo el ejemplar entre mis manos; una tercera edición de Norma Editorial, que data de diciembre de 2003. Ni siquiera me pertenece, lo tomé prestado de una biblioteca y las tapas están amarillentas y desgastadas del uso. Probablemente, porque habrá pasado por mil manos y ojos, entre ellos los míos.
Ahora te voy a contar lo que han visto mis ojos. Han visto a "un Conan con gabardina" llamado Marv. Así lo definió el propio Frank Miller en una ocasión. Marv es un hombre enorme y bruto. Un gorila gigante; tan sádico como adorable, tan obsesivo como avergonzado consigo mismo por creerse un idiota, aunque en realidad no lo sea. Se avergüenza de sí mismo hasta tal punto que adora a un chaval retrasado llamado Chuck, la única persona que conoció lo bastante tonta como para pensar que él es un genio, según sus propias palabras.
Marv tiene una sensibilidad especial para con las mujeres y por eso no quiere herirlas, ni consiente que las hagan daño. Paradójicamente, hacer daño a los demás, a los hombres, es su mayor talento. Marv va a hacer que te replantees lo que está bien y lo que está mal.

Pero hay algo mucho más maravilloso que lo anterior: que tu técnica te permita acompañar ese argumento, dándole forma y sabiendo transmitir su esencia. Y eso es, precisamente, lo que Frank Miller consigue con sus dibujos en esta serie: transmitir la belleza, el miedo y la ansiedad tal y cómo los entiende su protagonista. Sobre todo la ansiedad.
El trazo en blanco y negro de este mítico dibujante es grueso y tosco, basto pero definido y, sobre todo, elegante. En las escenas de lucha, en las que los dibujos se enredan de manera enrevesada y confusa, uno echa de menos el color. Pero en todo lo demás... la ausencia de color es la clave. Sobre todo en los rostros de ellas, tan propios de la iconografía pop que recuerdan a la eterna Marilyn Monroe retratada por Andy Warhol.
En definitiva, hay que leer esta novela gráfica. Sobre todo la disfrutarán los amantes del noir y la policíaca.