El pasado 28 de octubre vio la luz la última apuesta cinematográfica de Marvel, la película en solitario de Doctor Strange (Doctor Extraño), el hechicero concebido por Stan Lee y Steve Ditko en las viñetas y ahora encarnado por el carismático Benedict Cumberbatch.
Comencemos con una breve pero necesaria sinopsis: el Dr. Stephen Strange, un brillante pero arrogante y ambicioso neurocirujano, sufre un trágico accidente de coche que arruina sus manos, lo que supone el fin de su carrera. Como la esperanza es lo último que se pierde, este invierte todos sus recursos en operaciones y rehabilitaciones sin éxito alguno. Finalmente, la casualidad o, quizás, el destino le lleva a Kamar-Taj, un supuesto "centro de rehabilitación" donde adquiere poderes mágicos y un extenso conocimiento que le permite convertirse en un poderoso taumaturgo.
Tal y como se suponía por tratarse de un estreno del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), la cinta ha arrasado en las taquillas de todo el mundo, superando la friolera de 325 millones de dólares, según datos de Sensacine. Sin embargo, había algo que no cabía esperar y es que la película dirigida por Scott Derrickson se iba ganar tanto al público como a la crítica con una facilidad tan pasmosa como increíble.
O, al menos, yo no lo esperaba hasta que vi el film, porque he de confesar que aquel visionado fue mi primer contacto con el Hechicero Supremo. Asistí a la reproducción cual tabula rasa y con la curiosidad propia de un niño que está descubriendo el mundo.
Después de ver el filme, comprendí por qué este convenció tanto a la dura crítica como a su target, que actualmente se ha convertido en un público sediento de superhéroes que empieza a cansarse de lo mismo de siempre. Y lo comprendí porque, a pesar de no poder juzgar cómo de buena era la adaptación dado mi pleno desconocimiento del personaje, a mí también me convenció.
Es más, salí tan contenta del cine como desde hacía mucho tiempo. Concretamente, desde el estreno de 'Ant Man' en 2015 y del de 'Guardianes de la Galaxia' en 2014. Probablemente, porque las tres cintas repiten fórmula: buen elenco (Rachel McAdams y Tilda Swinton incluidas), protagonistas carismáticos y relativamente desconocidos con un puntito ácido y gamberro, villanos que les permiten brillar, buenas caracterizaciones (véase el maquillaje de Mads Mikkelsen) y excelentes efectos especiales.
'Doctor Strange' destaca sobre todo por lo último. De hecho, parece ser que hubo mucho croma, se usaron seis Lamborghinis para la secuencia del accidente y que una de las reliquias del Maestro de las Artes Místicas, la capa de levitación, fue desarrollada digitalmente por los estudios creativos Framestore, los mismos que dieron vida a los entrañables Rocket Raccoon y Groot. Y, rizando el rizo, los movimientos del mapache antropomorfo y los de su compañero inspiraron los de la capa.
No obstante, esta producción no solo sobresale por todo lo anterior. También lo hace por su banda sonora, que destaca entre el resto de las del MCU. Está compuesta por Michael Giacchino e incluye un clave y un sitar eléctrico en su instrumental, lo que le otorga un aire místico y un carácter de lejanía en el tiempo que no podría ser más adecuado para la ocasión.